Con el permiso de © K. Eggenstein: 'El Profeta Lorber anuncia las catástrofes venideras y la autentica cristiandad

Kurt Eggenstein

La resistencia a mitigar los daños ecológicos


   Realmente son alarmantes los peligros, ahora previsibles, de un cambio climático y de la destrucción de nuestro ecosistema, cuando se observa el continuo aumento de los daños ecológicos. Ya no se duda del peligro que corren nuestras fuentes auxiliares naturales como el aire, el agua y la tierra. Aumentan de tal manera las enfermedades, la invalidez prematura y los síntomas degenerativos en la joven generación, que la calidad de vida, es decir, una vida en salud, se ve seriamente amenazada, sin contar con los gastos exorbitantes, resultados de los tratamientos que representan una mengua de nuestra capacidad económica en el futuro.
   Nunca, desde el Diluvio, la humanidad entera se ha visto tan amenazada por unas fuerzas destructivas que pueden actuar libremente. Nuestra situación, se va agravando, dirigiéndose hacia el abismo con una letargia suicida. Esta ceguera hacia el peligro de un derrumbamiento total es un signo típico del final de una alta cultura que se precipita hacia su decadencia. La gran masa no demuestra ningún interés, mientras no la molesten en su afán de hacer ganancias, y de conseguir el bienestar, aunque los peligros se avecinen sigilosamente con sus consecuencias catastróficas previsibles. Si surgieran escrúpulos, que la generación siguiente se pudiese encontrar con problemas sin solución, éstos se apartan y no se escuchan los truenos lejanos. Será la tragedia de esta sociedad de consumo que no se dará cuenta de la situación amenazadora en la que se encuentra, hasta que sea demasiado tarde.
   Aumenta el peligro que provoca la química. Durante mucho tiempo la opinión pública no hizo caso a los avisos de los científicos y los ecologistas, pero desde el principio de los años ochenta, se ha visto sacudida por los escándalos ecológicos de diversa índole, demostrando miedo y preocupación. La carga permanente que sufrimos por los productos tóxicos longevos, ha puesto en evidencia la industria química.
   Después de algunos sucesos excitantes que provocaron la angustia entre la gente, los gobiernos han tomado medidas ecopolíticas. Pero todas las leyes al respecto son insuficientes. La lobby de la industria presionó lo suficiente como para conseguir la modicación de las leyes. En todo caso estas leyes llegaron tarde. La marea de los tóxicos ya había destruido todos los diques. Actualmente existen en el mundo 63.000 materias químicas que se expenden en más de un millón de diferentes compuestos. Pocos de éstos han sido investigados con vistas a su eventual peligrosidad. Según la nueva Ley de Química en Alemania, los productos fabricados anteriormente al 1980, no necesitan ser sometidos a pruebas de peligrosidad. Los productos fabricados a partir de 1981, deben ser analizados por su fabricante, pero únicamente en el caso de una venta a gran escala. En algunas zonas industriales se encuentran en el aire hasta mil sustancias químicas, pero en el Manual para mantener la pureza del aire (TA-Luft) de Alemania, solamente se nombran unos ciento ochenta. ¡mientras tanto se eleva la producción total de productos químicos en el mundo a ciento veinte millones de toneladas anuales! Se entiende así que la Organización Mundial de la Salud atribuya un sesenta a noventa por ciento de las enfermedades cancerosas, a substancias químicas.
   Según conocimientos recientes, el cadmio resulta aún más peligroso que el plomo y el mercurio, debido a que se deposita en los riñones, el hígado y la médula, lo que es sumamente grave, teniendo en cuenta su tiempo de semidesintegración de veinte años. Según un informe del Instituto Ecológico Nacional, la carga media que sufre el habitante de la República Federal de Alemania se cifra en un setenta a ochenta por ciento de los valores límites dados por la OMS. En los centros industriales, estos valores seguramente se sobrepasan. El cadmio pasa al aire desde las plantas industriales, plantas incineradoras de basuras y las autopistas con mucho tráfico. Según el profesor G. Lehnert, de Hamburgo, los fertilizantes químicos también son una «fuente importante» de este tóxico, que se deposita en las plantas. Lehnert avisa de las consecuencias sanitarias para la población en el futuro. El profesor Vetter, del Instituto Agrícola de Oldenburg, dice por ejemplo: «el contenido de cadmio en la patata, en relación a su 362 , 363 gran consumo es tan alto, que hay que frenar». A pesar de las noticias alarmantes ni en la República Federal Alemana ni en la Comunidad Económica Europea se han determinado los valores límites de emisión para el cadmio en los productos alimenticios.
   Hay límites fijados para otros productos químicos, como por ejemplo, por los nitratos en las aguas; pero en Alemania estos límites son el doble de lo que da la OMS como límite tolerado. La población tampoco está protegida contra el plomo. Éste se ha visto aumentado en un cien por cien desde el siglo pasado. La producción mundial, actualmente se cifra en dos millones de toneladas. El setenta por ciento del plomo llega al cuerpo a través del alimento. Según los científicos, ya se ha alcanzado el límite tolerable. El profesor Fülgraff opina que «el cinco por ciento de todos los productos alimenticios, actualmente a la venta en Alemania, debería retirarse». Una situación parecida vemos en la vigilancia de los productos farmacéuticos y alimenticios, por parte del Ministerio de la Salud. El profesor Fülgraff añade: «... no nos vemos capaces de prevenir los peligros o de juzgar nuevos riesgos con anterioridad». Los controles son insuficientes en todos los ámbitos. La ministro para la Salud, Antje Huber, comunicó la razón de estas condiciones graves, quejándose de la falta de medios económicos para conseguir más personal para la Oficina Estatal de la Salud, necesario para llevar a cabo los extensos trabajos que se acumulan.
   El Consejo de Expertos en Ecología exige en su informe para el año 1980, al igual como lo hacen las organizaciones ecologistas, desde hace tiempo, un catálogo central de enfermedades cancerosas para poder prevenir los riesgos en centros de gran densidad de población. Está comprobado que la población que vive cerca de fábricas químicas que producen benzeno, hidrocarburos clorurados, pesticidas, insecticidas, etc., corren un peligro mayor, en casos individuales puede aumentar de diez a cincuenta veces, que las personas que viven más alejadas de fábricas químicas.
   Todas las medidas legales, en caso de existir, son insuficientes para limitar los peligros crecientes. Es evidente la resistencia contra las medidas que intenten limitar la marea tóxica. Algunos ministros se atreven a mencionar el núcleo del problema. Por ejemplo, el profesor Farthmann, ministro de Trabajo y Bienestar Social de Nordrheim-Westfalen, explica que en las grandes empresas se tiene una mentalidad «de economía empresarial». «Con esta mentalidad no se consigue un mejoramiento en la protección del medio ambiente. »
   También Baum, ministro del Interior, se expresó de modo claro: «La política ecológica de la CEE no debe subordinarse a la armonización de los problemas comerciales y competitivos. Necesitamos una cláusula de nación más favorecida para la protección ecológica. Hay que demostrar el valor de decir que a partir de cierto punto, el crecimiento económico se paga a un precio demasiado alto, que es mejor dejarlo».
   A pesar de esto se juntaron todos los grupos de intereses, aún los antagónicos, para exigir el crecimiento sin fin. Hace décadas que el eminente economista, Alois Schumpeter, demostró que el crecimiento sin fin «es un proceso creativo de destrucción». Pero nadie quiso saber nada de este razonamiento. Es muy difícil apartar al hombre de las naciones industrializadas de su camino de miopía estructural, que sólo valora sus intereses del momento.
   A la problemática del crecimiento sin fin, hemos de anotar aquí en paréntesis, que en los estados comunistas este concepto es parte de la doctrina política. Marx y Engels acentúan que «el desarrollo de los poderes productivos ... es una condición práctica y absolutamente necesaria del comunismo» (Obras Marx-Engels, tomo 3, pág. 534). Este dogma es consecuente, ya que la teoría marxista, de lograr el paraíso en la tierra, supone el crecimiento de la producción. El marxismo vive de la creencia de que al hombre le es posible construir el paraíso en la tierra, sin Dios. Tanto de la derecha, como de la izquierda, se silencian o se combaten escritos como los informes del Club of Rome (Meadows, Pestel y Mesarovic), el libro de Herbert Gruhl y los escritos de otros autores que avisen de los peligros de una decisión errónea.
   Los gobiernos y los partidos políticos de todos los países deben decidir si persistirán en el crecimiento económico y con esto renunciarán a la lucha contra los daños ecológicos, o si querrán frenar los peligros para las generaciones venideras, lo que significaría rebajar el actual nivel de vida. Hasta ahora fueron más bien los deseos de la masa que determinaron la dimensión de la política ecológica. Pero se demostrará que no existe únicamente una miopía colectiva, sino también una responsabilidad colectiva, que debe aceptar colectivamente las consecuencias.
   En estas circunstancias, los gobiernos de todos los países no tenían otras posibilidades para promocionar el crecimiento económico y detener el aumento del paro, que endeudarse cada vez más.* 

* El Gobierno Federal contrajo en el año 1980 más deudas que en las dos décadas después del año 1949. 

Ya se podía preveer que así solamente se alejan los problemas pero no se solucionan. El profesor Herbert Giersch, director del Instituto de Economía Mundial en la Universidad de Kiel, dice, muy acertadamente: «Las victorias en el frente del empleo que se consiguen en base a la política financiera y fiscal de los gobiernos son victorias demasiado fáciles».
   Mientras tanto la experiencia ha demostrado que el hecho de que todos los pueblos hayan gastado más de lo que ganaron nunca se ha desvelado claramente. Las naciones industrializadas se han metido en un círculo vicioso, que les obliga a crecer continuamente si quieren evitar la quiebra», como dice el premio Nobel, Konrad Lorenz.
   Pero la naturaleza no se adapta a las exigencias de la economía o a los deseos infinitos de la sociedad de consumo. La tierra es un sistema delimitado, que facilita un crecimiento limitado para unas exigencias medidas que puedan cumplirse.
   Parece que no existan soluciones serias y efectivas a nivel internacional para los numerosos problemas de tipo ecológico y de otra índole, porque «todo vuestro "derecho" político se basa en la falsedad y lo malo del egoísmo». (Hi l, pág. 25).
   El anterior maoísta André Gluckmann dice: «La ambición del poder cubre nuestro planeta, desde Washington, como desde Pekín o Moscú». Por todas partes la humanidad ha perdido la orientación. Todos parecen haberse perdido sin esperanza alguna. A pesar de esto no quieren ver lo que vendrá, aún teniéndolo a la vista. Uno se acuerda de Goethe que opinó: «El sentido diabólico de las actuaciones del hombre no se preocupa de la transcendencia de las obras humanas».
   Con lo dicho de ciertos optimistas que opinan que «los avisos de Kassandra»,* 

* En la mitología griega, la hija del rey Príamos tenía el don de la profecía, pero no fue escuchada. 

de los peligros solamente intentan hacer negocio con el miedo, se logró atontar por algún tiempo la gente, pero ya no será posible. La ame naza a nuestro medio ambiente es tan seria, dice el profesor Georg Picht, «que ya no se puede permitir que los partidos o los grupos de intereses creados, los gobiernos o la administración nos sirvan los hechos del modo que a ellos convenga».
   Numerosos científicos opinan que el colapso amenaza con producirse antes del fin de nuestro siglo. Entre otras cosas, dice el profesor Grabareck (Universidad de Maryland), presidente de la Habitat Society americana: «El problema de la contaminación del medio ambiente es tan grande, que la mayoría de los ecólogos creen con toda la razón que ya se sobrepasó el punto donde se hubiese podido frenar la destrucción». A pesar de todo, seguimos con una miopía, sin perspectiva el camino hacia un futuro desastroso. El destino de Kassandra fue precisamente que nadie creería en los presagios que luego se cumplirían.
   La humanidad tiene la libertad de la decisión, pero también se puede aplicar aquí la palabra de Goethe en su Fausto:

   El profesor Carl Friedrich con Weizsäcker ahonda en las causas espirituales del desarrollo catastrófico de nuestra civilización altamente tecnológica, cuando dice: «La cultura moderna en su fase actual es una cultura sin sabiduría, sin razonamiento».
   Una humanidad afectada por la mentalidad materialista, consecuentemente debía emprender este camino. La imposibilidad de refrenarse, el ansia para tener más comodidad y más distracción demuestra la falta absoluta de un autodominio intelectual y vital. «Los amigos de los tesoros muertos, los amigos de Mamón», se dijo al profeta Jakob Lorber, «difícilmente se convertirán a una luz mejor». (Gr VIII 76, 10).
   La sociedad egocentrada no hará nada para mejorar el medio ambiente ni evitará el apocalipsis. Jakob Lorber predijo esta evolución, y su profecía comienza a realizarse.
   «Los hombres harán mal uso de su sabiduría mundana y de sus capacidades adquiridas, y voluntariamente provocarán una cantidad de juicios desde los abismos de la creación, tanto para ellos como para toda !a tierra.» (Gr V 205, 4).
   «Dios en su orden, lo ha dispuesto desde siempre de tal modo, que lo malo y lo falso se destruyan a sí mismo en todo tiempo.» (Gr V 46, 7).
   «El cosmos y la naturaleza tienen sus leyes inmutables y necesarias dentro de un orden de Dios. También el hombre tiene sus leyes en su forma propia y según su existencia corporal. Si el hombre quiere actuar en contra de este orden y cambiar el mundo, no es un Dios ofendido y furioso que le castigará, sino el mismo orden divino de las cosas, que deben ser como son, le castigará.» (Gr IV 143, 2).
   «Ahora no hay otro camino para ayudar al hombre que el camino del gran sufrimiento.» (Gr II 132, 13).
   «Cuando el mundo haya comprendido que fuera de Mí no existe salvación, la paz besará la tierra.» (Hi I, 101).


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© Texto: Kurt Eggenstein; © Edición informática; © by Gerd Gutemann G. Gutemann