«El hombre no fue puesto en el mundo para beber, comer y darse aires
de grandeza. En cambio sí fue creado para que viviera según el orden revelado por Dios que es el único fin a que Éste le había destinado.» (Gr X 16, 4).
«En el desarrollo de la vida espiritual original atada a la materia, Dios
procura en su amor, su sabiduría y su poder, hacer todo para que la evolución siga eslabón a eslabón hacia la perfección hasta llegar al hombre; pero
con éste, como piedra final del desarrollo del espíritu original; esto necesariamente ocurre de otro modo. En lo que se refiere al cuerpo material,
también este organismo depende en gran parte del amor, de la sabiduría y
poder de Dios, pero no en lo que se refiere a su alma (psique) y su espíritu.
Al hombre se le ha dado la mente, conocimiento, libre albedrío y poder
de actuar como sea mejor para su alma.» (Gr IX 102, 3).
«En otros cuerpos celestes los hombres (que allí viven) son limitados
con respecto a su naturaleza y su mente y difícilmente podrán dar un paso
más allá de estos límites. Pero vosotros, los hombres de esta tierra no tenéis
límites al poder de la mente, como tampoco lo tiene el mismo Señor, así
que podéis hacer lo que queráis. Podéis elevaros hacia la mansión interna
de Dios, pero por la misma razón, también podéis caer en las más bajas
profundidades, como Satanás.» (Gr II 60, 5). «La diferencia indescriptible
(con respecto a los habitantes de los demás cuerpos celestes, nota del autor),
está en que vosotros, los hombres, podéis llegar a ser como Dios.» (Gr VI
190, 13). «No es lo mismo, si uno es el hijo en la casa o solamente el
siervo.» (Gr VI 190, 15). «El reino de Dios sólo se puede conquistar a fuerza
de grandes sacrificios, tened esto en cuenta.» (Gr VIII, 16, 3). «Nadie puede enfrentarse a Dios, si no ha pasado una temporada ... en la carne,
pasando la prueba de libertad de vida más amplia.» (Gr VI 190, 3). «Los
hombres de la tierra tienen un gran destino, llegar a ser hijos auto-suficientes
de Dios, por esto deben ser entrenados en la independencia.» (Gr VI 111, 19).
«Mi doctrina es en verdad un Evangelio, una Buena Nueva, ya que anuncia a los hombres el camino para llegar a la semejanza de Dios.» «Mi
doctrina es concisa y fácilmente comprensible; no exige del hombre más que
creer en el Dios verdadero, amarle como a su Buen Padre y Creador, y
amar al prójimo como a sí mismo.» (Gr VII 139, 8, 140, 3).
En la Nueva Revelación no se niega, «que la vida en la tierra sea difícil
y llena de pesadumbre», pero se añade que «el hombre de esta tierra ha
de pasar por dificultades durante un corto espacio de tiempo, para cosechar
el triunfo de su completa semejanza a Dios, durante toda la eternidad. A
este fin, es justo sufrir algo. Yo mismo en Mi Amor hacia mis hijos he
aceptado libremente todas las dificultades, y aún hoy debo sufrir duramente para la salvación de Mis hijos.» (Gr VIII 16, 21). (Jesús dijo esto a sus
discípulos, indicando con estas palabras su pasión y muerte; nota del autor.)
«A quien Yo examine -y os digo que no lo hago sin razón-
a éste
también le doy la recompensa por asistir a Mi escuela.» (Hi I, 345, 2).
«Pero vosotros, escuchad y comprendedlo, ya estáis en Mi universidad»
(la tierra representa la universidad para los hijos de Dios, nota del autor).
«Quiero que lleguéis a ser muchos. No os deben extrañar las pruebas
difíciles de mi universidad.» (Hi I, 345, 6). «En esta tierra hay cielo e infierno.
Sin lucha no hay victoria. Y para alcanzar la cima no se deben escatimar
esfuerzos.» (Gr III 178, 5).
«Cada uno ha de pasar conmigo por la puerta estrecha de la
auto-negación, para llegar a ser como Yo. Cada uno debe negarse a sí mismo para
convertirse en una parte Mía.» (Gr IV l, 5). «Ni toda la sabiduría y la
experiencia os llevarán a esta meta, únicamente el amor operante a Dios
y al prójimo. En esto reside el gran secreto del renacimiento.» (Gr IV 1, 4).
«La meta principal es y será el esfuerzo para conseguir el renacimiento
del espíritu dentro del alma.» (Gr VII 183, 13). «El hombre externo debe
ser vencido finalmente por el hombre interno, para que el hombre interno
no muera con el hombre externo.» (Gr III 61, 6). «La convivencia eterna
de Dios con sus hijos es el renacimiento del espíritu.» (Gr XI 52, 4). «Después de Mí, muchos llegarán a la reencarnación de su alma y serán bastante
felices, pero sin llegar a conseguir la meta final, es decir, el renacimiento
del espíritu.» (Gr XI 52, 5).
(Sólo el renacimiento del espíritu da la posibilidad de la plena visión
de Dios en lo más alto del cielo. Véanse las explicaciones en el próximo
capítulo: «La Vida eterna en el Más Allá.)